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30 de mayo de 2019

MAS DE 1000 VISITANTES EN MENOS DE 3 MESES!!!




 

CUANDO ME DESPIERTE LOS INVITO 

A UN PLATO DE LECHE CON CREMA





SIGANME QUE NO DUELE
Y SE VAN A DIVERTIR 
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Un regalo para ustedes por ser tan constantes y visitarme. 
Aprecio mucho vuestros comentarios.


De nuestro jardin en Coral Gables
un racimo de flores de una enredadera exotica
llamada Tecumante Venusta 



25 de mayo de 2019

¿POR QUÉ RECIEN EN 1933 EL CABILDO FUE MONUMENTO NACIONAL?

Hoy se conmemora el 209 aniversario de la Revolucion de Mayo en Argentina, encendiendo de ese modo el ansia de libertad de latinoamerica.

Empanadas, locro y asado es el menu del dia y para eso no hacen falta recetas. Siempre hay alguien que lo sabe hacer y nos invita.

Me he tomado la libertad de incluir en el blog un articulo ya publicado por un diario Argentino acerca del edificio del cabildo de la ciudad de Buenos Aires para que no pase desapercibido. Es siempre bueno refrescar la historia.





                                     CARLOS GARDEL CADA VEZ CANTA MEJOR!


Recién el 31 de mayo de 1933 el Cabildo de Buenos Aires fue declarado Monumento Histórico Nacional de la República Argentina, pese a que allí funcionó el Cabildo de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora del Buen Ayre, una institución fundada por Juan de Garay en 1580 y que, luego de la Revolución de Mayo, el Cabildo fuera la sede de nuestra Primera Junta de Gobierno. También en el edificio del Cabildo de Buenos Aires funcionó la Real Audiencia de Buenos Aires, el más alto tribunal en el territorio, desde 1661 hasta 1812. Y en 1810 la Primera Junta creó la Biblioteca Pública de Buenos Aires, siendo su primera ubicación, durante dos años, el edificio del Cabildo. Y la pregunta es: ¿Por qué nuestro país demoró tanto tiempo (350 años desde la fundación) en declarar al Cabildo Monumento Nacional?
Resulta que cuando Juan de Garay fundó definitivamente la ciudad de Buenos Aires en 1580, la humildad del asentamiento era tal que no fue construido un edificio para instalar el Ayuntamiento, sino que sus reuniones se realizaban en las casas de los vecinos, encerrando a los presos en las casas de los mismos cabildantes, aunque el lote para el edificio ya había sido asignado. En realidad, el solar, situado al frente de la Plaza Mayor, se encontraba en contra de lo reglamentado por las Leyes de Indias, que establecían que el Cabildo debía ubicarse entre la Plaza y el Templo, junto a las Casas Reales y a la Aduana, en un sector más lejano.
Su construcción finalizó hacia 1610 (30 años después). Como se ve, ya desde esa época incumplíamos las regulaciones y éramos bastante lentos para terminar lo que empezábamos. Debido a que durante varios años no se hizo un mantenimiento del edificio, pronto se lo vio en ruinas. El primitivo Cabildo comenzó a derrumbarse ya en 1632, con lo cual se emprendió la construcción de uno nuevo, que recién comenzó en 1635 y se extendió durante más de cinco años debido a la falta de fondos. Pero parece que la construcción era un tanto endeble, porque fue realizada con material de segunda, así que en 1711 la Corona autorizó a que se realizara una construcción más sólida, que comenzó 14 años después, en 1725.
Claro que, luego de empezar, la construcción fue postergada por la partida de los arquitectos a la ciudad de Córdoba en 1728 en donde se dedicarían a las obras de la Catedral. Los trabajos en el Cabildo porteño se reiniciaron en 1731, y nuevamente se suspendieron en 1732 por falta de presupuesto.
El edificio fue declarado “apto para su uso” hacia 1740 pero recién en 1748 le pusieron las puertas y las rejas y, ante la pobreza del Ayuntamiento, a los carpinteros y herreros se les pagó con barras de chocolate. En 1763 se compró en España un reloj para que con sus campanadas señalara la hora en la orgullosa ciudad de Buenos Aires, pero en 1770 el gobernador Bucarelli ordenó que dejase de sonar, porque le impedía dormir la siesta.
En febrero de 1779, durante una tormenta, la torre del reloj fue alcanzada por un rayo, y dicen que tocó directamente la frase «Casa de Justicia», borrando la sílaba «Jus». (Si usted quiere ver en eso una señal premonitoria, puede). Durante las siguientes décadas el reloj comenzó a sufrir recurrentes averías al punto que un cronista francés comentó (burlonamente, supongo), que el Gobernador terminó ordenando a los relojeros de la ciudad que ajustaran sus cronómetros al reloj del Cabildo, sin importar la hora que fuese. Diez años después este reloj fue reemplazado por uno nuevo, y el viejo reloj español fue trasladado a la iglesia de Balvanera, de la que finalmente desapareció (como la araña del hall central de la Municipalidad de Trelew ¿vio? Igual).
En 1889, debido a la apertura de la Avenida de Mayo, demolieron un costado del Cabildo, desaparecieron los tres arcos del lado norte y el edificio perdió su simetría, hasta que en 1931, siendo presidente de facto José Félix Uriburu, y a pesar de las protestas generalizadas, se demolieron los otros tres arcos del lado sur para abrir la diagonal Julio A. Roca. No importaba, porque todavía faltaba que se demoliera otro pedazo para abrir la Diagonal Sur. El entonces Intendente José Guerrico afirmó que era «un paso hacia la total demolición del vetusto edificio que deberá desaparecer cuanto antes pues así lo reclama el progreso de la ciudad«.
Las protestas del pueblo, y la campaña de los diarios en contra de la demolición, produjeron una movilización pública que terminó por desanimar al Intendente iconoclasta. En agosto de 1932 el diario La Nación manifestaba que «ningún interés puede justificar la destrucción de la reliquia histórica más valiosa de los argentinos«, y entonces, finalmente, en mayo de 1933, se produjo la sanción de la ley n° 11.688 reconociéndolo Monumento Histórico Nacional, 353 años después de su creación, y 123 años después de que fuera la primera Sala de Reuniones de nuestro Gobierno Patrio. ¿Ve que nuestros problemas no vienen de ahora?





23 de mayo de 2019

perdi las llaves del auto...


Copyright Félix Achenbach – Mayo 2019
Yo no invento historias, la realidad es suficientemente confusa.

No necesito encontrar nada…solo es bueno recordar.

Hoy, 23 de mayo del 2019, celebro el 124 cumpleaños de mi abuela materna Carmen Florencia Curto.
El recuerdo es lo que hace que alguien viva a pesar de ya no estar entre nosotros. En algún momento nadie más se acordará de fechas así y su memoria desaparecerá lentamente con los años y solo quedará detrás alguna foto como esta.




Carmen Florencia Curto de Riera y familia
Mi abuela estuvo presente muy cerca de mí y compartió y asumió roles múltiples.
Toda mi vida fui un poco distraído con mis cosas y no recordaba donde dejaba las llaves, los anteojos, la billetera…en fin, todo. Ella siempre pendiente de mí iba recogiendo y acomodando. Cada vez que yo decía: “abuela! donde estará tal cosa…” ella aparecía al rato con el objeto perdido.
Cosa 'e Mandinga, diria el gaucho... pero el objeto de mi búsqueda se materializaba a los pocos minutos en un lugar inusitado. 
Desde ese momento, cada vez que pierdo algo pienso en ella y le pido que me lo busque…y creanlo o no, lo que hasta hace un rato yo buscaba desesperadamente siempre aparece muy rápido y en un lugar impensado.

Sólo algunos de los espíritus de mis seres queridos siguen cercanos a mí, me protegen y me ayudan. Invoquen a los suyos, seguro que hay alguno que está esperando que le abran la puerta astral.

Ya les contare otras experiencias.


22 de mayo de 2019

LA REINA DE LOS LADRONES



 INTRODUCCION:

El siguiente es un relato que forma parte de un triptico de sucesos desaventurados vistos con ironia  durante una visita a Buenos Aires, Argentina en 2008

Copyright Félix Achenbach – Noviembre 2008
Yo no invento historias, la realidad es suficientemente aterradora.

La llamamos por un tiempo “El Jamón”.
No se trataba de una cubana de caderas amplias y cintura estrecha de las que abundan en Miami.
Era negra y fuerte -El Jamón- y su nombre recordaba los jamones que cuelgan del techo en tanto restaurante en España. 




No sé porque de a poco le comenzamos a llamar “el pavo”. Creo que fue porque Manuel le encontró una similitud con la forma que tienen los pavos congelados empacados para el día de Acción de Gracias y que se venden en todos los supermercados de USA.









Ella era una mochila fabricada por Nike, negra, fuerte, y con forma de jamón…o de pavo.

Esa tercera mañana en Buenos Aires ya listos para salir del hotel pregunte por “el pavo”. Manuel me señaló el closet. No está, dije.
¿En tu valija? Tampoco…
¿Sobre la silla? No.
¿En el baño? No.
Con desesperación: ¿bajo la cama? Tampoco.
¿Que hicimos con ella? Un poco confundidos por el cambio geográfico, el cambio de cama, la maravillosa comida de la noche anterior en el Oviedo con 4 botellas de vino para 4…la noche de primavera porteña…
Ya en pánico, con mucho trabajo comenzamos a reconstruir mentalmente el camino de dos turistas fascinados por una ciudad fotogénica.
El día anterior, mochila en hombro habíamos comprado entradas para ver el musical Eva. Tres entradas. Me atendió una mina fenómena que me aconsejó que ubicación elegir para ver mejor. Fila 7, dijo, de allí ves todo.

Esa tarde se nos unió otra amiga al grupo y tuvimos que buscar una cuarta entrada.
Sin ninguna esperanza volvimos al teatro. Había un tipo joven en la ventanilla. Le pregunte por la mina. Solo está en las mañanas, respondió.
Mirá, le dije, tengo estas tres entradas y necesito una más. ¿Podes ver si me conseguís algo cerca? ¿A lo mejor en la misma fila?
Miro la computadora y con una gran sonrisa dijo: ¿qué tal al lado?
Feliz por el hallazgo y con muchas risas de por medio le agradecí mucho, puse la entrada junto a las otras 3 en un bolsillo de El Pavo y partimos jubilosos a encontrarnos con una querida amiga de Rosario que nos esperaba a almorzar en la plaza Serrano.

Elegimos una mesa con sombrilla. La camarera que tenía unos ojos grises azulados tan espectaculares que parecían de plástico, nos aconsejó que colgáramos las carteras en unos ganchos bajo la tapa de la mesa.
Empanadas árabes, empanadas argentinas, un par de cervezas y la buena charla nos subió al cielo y desde allí contemplamos el Buenos Aires para turistas.
De vez en cuando espantábamos moscardones humanos que se posaban en la mesa y no nos dejaban en paz.
La vieja que vende escarpines para bebé. La niña que te deja la estampita de San Ildefonso, el tipo joven que viene con un niño sucio y lleno de mocos a pedir una monedita, la mina que te quiere mostrar los collares que fabrica, el tipo que te deja el paquetito de pañuelos de papel en la mesa. Un corte longitudinal de la sociedad argentina que sigue venerando a Eva.

Nos fuimos del restaurant en busca de maravillas imperialistas en los negocios de la zona. Despedimos a la amiga y seguimos, entrando en cuando lugar hermoso encontrábamos admirándonos del alto nivel de diseño en todos los rubros.
En el último nos sentimos muy bien, nos quedamos un rato y compramos, regresando al hotel con el botín.
El pavo, compañero de tantos viajes, había quedado atrás.
¿Donde?
¡Chi lo Sa!
Infieles, conquistados por una ciudad envolvente no nos daríamos cuenta de la falta hasta el día siguiente.
Traté mentalmente de desandar los pasos, regresar a la escena del crimen, recordar el momento del abandono…y por fin, vencido, le dije a Manuel: El Pavo estaba con nosotros porque yo me acuerdo haber puesto la cuarta entrada para el teatro en el bolsillito interior.
Probablemente lo dejamos bajo la mesa del restaurant, aunque yo estoy seguro de que nos lo olvidamos en el último lugar que estuvimos y donde compramos, ¿Te acordás?
Yo me había sentado en una silla baja y lo deje en el piso, afirme con vehemencia.
Mejor vayamos primero al restaurant a ver si quedó allí.
Tomamos un taxi que por un rato nos hizo olvidar nuestra preocupación.
El taxista nos puso música que el bajaba del internet: ¡Susy Leiva cantando Frente al Mar con la orquestade Mariano Mores…que locura! La versión original en vivo de Purple Rain por Prince…un genio el tipo.
Ya en el restaurante apareció la mina de ojos de plastico. ¿Te acordás de mí? Ayer estuvimos sentados en esa mesa y creo que nos dejamos la mochila olvidada colgada del gancho.
Yo no la ví cuando vine a limpiar la mesa, respondió. Dejame ver si alguien la recogió y la guardó.
No, lo siento, acá no está.
De allí recorrimos, desconfiados, todos los negocios que habíamos visitado el día anterior. Un tipo me dijo: No, ustedes no traían nada cuando entraron…
Aquí no está, allá tampoco…
Caímos al último negocio y el vendedor aseguró: ustedes no traían nada cuando llegaron.

¿Sería este un contubernio enfocado a robarnos El Pavo? ¿La mina de los ojos de plástico era la madama del grupo? ¿La que sustraía mochilas y las iba pasando por la vendedora de escarpines que la llevaba a diferentes negocios donde se quedaban con una parte y la seguían pasando en una confabulación infinita? ¿La desarmarían y venderían la tela por un lado y los cierres Relámpago por otro?
En medio de esa locura le aseguré agoreramente a Manuel: perdimos las entradas…que además habían costado $250 dólares y que debíamos conseguir de nuevo.
Vamos al teatro, ordené, mientras hacía parar un taxi.
En el viaje teorizamos sobre la pérdida.
No es el dinero: hacé de cuenta que comimos otras noches en el Oviedo, dije. O que estuvimos en un hotel más caro…lo que me molestaba era haber perdido el control de mis pertenencias.
Ya en la ventanilla del teatro estaba allí el joven de la cuarta entrada…¿te acordase de mí?... Si, estuviste comprando una entrada extra.
Te cuento que me robaron la mochila con las 4 entradas adentro. ¿Qué hago?
Espera un cachito…
¡Fulano! Este señor bla, bla, bla…
¿Qué número eran las entradas? pregunto Fulano. ¡Yo que se! Eran fila siete.
Miro la computadora y dijo acá hay 4 juntas son la 10, 12, 14 y 16.
¿Tiene el comprobante de pago? No, se fue con la mochila, pero seguro que mi banco tiene un resumen del gasto y allí seguro que está.
Bueno, no importa, agregó, vengan el jueves y van a entrar.
Inocentemente pregunte: ¿y qué pasa si viene alguien con las mismas entradas diciendo que las compró en la calle?
No entra contestó, y si se ponen pesados llamo a la policía.

Me sentí un señalado por el gran dedo de Dios.
Era Eva que por fín se ponía de mi lado arrepentida de haberme echado del país años atrás.
Llegamos al teatro, modositos y perfumados. Nos dimos a conocer con el muchacho que ahora vestía esmoquin y recibía las entradas en la puerta. Pasen y quédense acá, dijo.
El teatro prometía estar lleno y nosotros, mientras tanto y sin saber que esperar, nos deleitábamos con las fotos de Nacha Guevara y su personificación.
De repente se detuvo el flujo incesante de espectadores. La cola quedo congelada.
Oí al muchacho decir: estas entradas no sirven.
La única gota de sangre española que llevo en las venas llegó a punto de ebullición, allí frente a nosotros estaban los culpables de nuestras últimas 24 horas de desventuras y elucubraciones.
Tres mujeres y un hombre.
¿Porque no sirven? Dijo una con voz de Catita.
Porque son entradas robadas dijo el muchacho.
Como van a ser robadas, replico Catita, ¡yo me las encontré en una mochila…!
A lo cual respondió el muchacho: ¿Y si usted se encuentra una tarjeta de crédito va y la usa?
En ese momento la gota de sangre española reclamaba venganza y Manuel que me conoce bien me agarro de un brazo y me tironeo hacia adentro…
El tipo del grupo dijo: vamos, vamos, no hagamos lío…
Y desaparecieron mientras a nosotros nos acompañaba amablemente el acomodador hacia las butacas de terciopelo.
Acuné la gotita de sangre hasta que se tranquilizó. Manuel siempre tiene razón y me aquieta.
Yo no podía dejar de pensar en lo que había sucedido.
Subió el telón, comenzó el musical. Gran calidad. Broadway en español.
Nacha en uno de sus mejores papeles.

Avanzó la obra.
Eva ya estaba en el poder lista para su gira europea y le dice a su secretario que “ojo con el Papa…”
que si no le daba la condecoración máxima que ella merecía que no le soltara la guita y que según el grado de la condecoración que fuera bajando el precio…
Alma de chorra. Chorra desde la cuna. Chorra desde cuando quiso robarse el apellido Duarte que no le correspondía. Chorra cuando se llevó los lingotes de oro del Banco de la Nación a Suiza. Chorra cuando se robó el futuro de Argentina.
Por alguna razón desconocida seguían frente a mí los rostros de las 3 minas que reclamaban las entradas como encontradas en una mochila.
En ese momento la gota de sangre española despertó.
Manuel, susurr
é sacudiéndole el brazo, sabes quienes eran las tres minas de las entradas?
El ya había olvidado el incidente y disfrutaba del glamur de Eva.
Me miró con sus ojos tailandeses y susurro: no.
Eran las tres minas que estaban almorzando en la mesa al lado de nosotros cuando nos olvidamos la mochila.
En ese momento el público aplaudió a la chorra mayor y yo me sentí reivindicado.

La moral al igual que la pobreza son contagiosas. Cuidado Argentina.



PIE DE PAGINA


¿Y no vamos a aprender nunca?




La chorra número uno sigue dirigiendo -rellena de aserrín-desde una bóveda en la Recoleta a un grupo de descerebrados que ni habían nacido mientras ella se pavoneaba vestida por Dior haciéndose creer el  hada madrina de los pobres.



Ya vamos por la segunda cabrona que se roba al país y todavía tiene la cara de piedra de presentarse a otra elección.
Bailemos esta milonga, tarados, el tiempo se acaba y siempre son los pobres los que pagan la cuenta. ¿O todavía no lo saben?

Por si lo pasaron por alto sin leer: